5/2/09

LOS ESTRENOS DE LA SEMANA

El extraño caso de Benjamín Button, con 13 nominaciones al Oscar, y Vicky, Cristina, Barcelona, del neoyorquino, son las imperdibles.
El extraño caso de Benjamin Burton: Es difícil defender El curioso caso de Benjamin Button: el director David Fincher construye un gran espectáculo solemne, evidente, lleno de “lecciones de vida” y sobreexplicado. Además, tiene una rara, fea metáfora que suponemos política con el huracán Katrina dando vueltas de principio a fin de la película. Sin embargo, la recomendamos.
La película se basa en uno de los cuentos de la Era del Jazz de Francis Scott Fitzgerald: Button nace como un viejo de 80 años y muere como un bebé. Biológicamente –sólo biológicamente– el personaje “crece para atrás”. En el medio, encontrará el amor, tendrá una pareja feliz y fugaz, y seguirá el camino inexorable a la muerte. De paso: dado que el personaje se cría en un asilo de ancianos, la muerte se multiplica a su alrededor como una parte más del paisaje.
Vicky Cristina Barcelona: Si algo no tienen los catalanes es un pelo de tontos. Después de cuarenta años de persecución franquista, no sólo mantuvieron viva su lengua de origen románico, que hoy hablan nueve millones y entienden once, también lograron inaugurar la nueva tendencia en operaciones turísticas globales: alquilar a un director prestigioso como Woody Allen para que filmara en su capital lo que quisiera, siempre y cuando el nombre de la ciudad estuviera en el título. Lo blanqueó el mismo Allen, con su honestidad brutal, al presentar Vicky Cristina Barcelona en Cannes: “¿El origen de la película? Fácil: alguien me llamó y me ofreció financiamiento para filmar en la ciudad, y me puse a pensar una historia”. El cine como agencia de viajes: desde que abandonó Manhattan filmó Londres y después de VCB anuncia que -luego de Todos dicen te quiero- va otra vez a por París.Así que están aquí las postales de Barcelona, fotografiada en dorado por Javier Aguirresarobe, el de Hable con ella, para acentuar el espíritu “español” que más de una tripa habrá revuelto entre los espectadores catalanes, palmo a palmo la elección disparatada de la música, un increíble despliegue de obviedades, con Paco de Lucía a la cabeza como leitmotiv repetido hasta el cansancio. Es como si en un documental sobre la dictadura suena “No llores por mí, Argentina”, o en un film de Grecia, “Zorba el Griego”. Solo que las guitarras aflamencadas aluden a la España for export de playa, paella y sexo más que a Barcelona, cuyas autoridades debieron de pedirle un descuento al buen Allen.

Cuentos que no son cuentos: Saber contar un cuento a un chico antes de que se vaya a dormir es todo un arte. Hay que elegir la historia apropiada, narrarla con tacto y atajar las posibles preguntas del infante, si es que uno logra capturar su atención. Sobre todo, hay que tener una enorme paciencia, virtud que no es precisamente la que mejor se lleva con el cuerpo siempre hiperkinético de Adam Sandler. En Cuentos que no son cuento, el actor interpreta a un looser que debe cuidar a sus dos pequeños sobrinos durante una semana. Al no tener un televisor a mano (?), el tío los entretiene con historias que se le ocurren en el momento, para descubrir muy pronto que esas situaciones inventadas se trasladarán a su vida concreta. Que hasta lo más fantástico en esos relatos se transforma en realidad. Consciente de tal situación y víctima de una injusticia laboral –y familiar–, intentará que el poder mágico de las palabras juegue a su favor.Al igual que en Corazón de tinta, estrenada la semana pasada, la gracia del film reside en el enroque entre fantasía y realidad. El problema principal es que ese vaivén fragmenta y dispersa a tal punto los relatos imaginarios que termina vaciándolos de interés o emoción. En la trama tampoco funcionan los pálidos personajes secundarios (Keri Russell, Guy Pearce, Courtney Cox), ni se aprovechan ciertas ideas que alentarían a pensar por qué los adultos de hoy no saben honrar la tradición del cuento oral. Por su parte, el director Adam Shankman se distrae con detalles nimios de impacto ultraprobado (¡pongamos un enano violento!), sin preocuparse demasiado por la fluidez narrativa del conjunto.