23/3/09

“Vivimos en una culocracia”.

La cola ya domina la fantasía erótica de los argentinos
Omnipresente en la televisión y las revistas, el trasero femenino ya parece un ser con vida y protagonismo propios. A diferencia de otros países, donde se admiran más las lolas, aquí manda la cola. Para la psicología, es una cuestión cultural del ideario de belleza de una sociedad.
Para los editores gráficos, lucen en los kioscos y venden más. “Vivimos en una culocracia” dicen.“El culo no es más que un efecto especial. Lo sexual no es más que un ritual de la transparencia. Antes había que esconderlo, hoy en cambio sirve para esconder la raquítica realidad”, dijo hace poco, antes de morir en marzo de este año, Jean Baudrillard, el sociólogo y pensador francés reconocido mundialmente por su tesis sobre la hiperrealidad. Según él, se ha construido un mundo en el que todos vivimos obsesionados con la perfección y en el que la autenticidad fue reemplazada por una copia trasmitida por televisión.
A los hombres argentinos les gusta mirar retaguardias y a las mujeres locales les agrada lucirlas. Una caminata por la peatonal Florida en la semana y al mediodía o un paseo por Plaza Francia una tarde de sábado son buenos ejemplos: Hay jeans ajustados y polleritas vaporosas que exaltan eso que ellos quieren ver. “Puede ser una cuestión cultural. Cada sociedad impone, de alguna manera, sus valores.
En una época la belleza en una mujer pasaba por lo que hoy se consideraría ‘gordita’.
Dentro de esa línea de pensamiento, las colas se instalaron como atractivo para los varones de nuestro país”, explica la psicóloga Marta Ferressini.“Se podría generalizar y asegurar que, por ejemplo, a los norteamericanos les gustan más los pechos y el monte de Venus, mientras que la fijación nacional pasa por mirar traseros”, y se comprueba fácil: prácticamente no hay chicas de espaldas en las tapas de Playboy internacional, ni en las de Penthouse o las de Hustler, y hay muy pocas en las ediciones españolas de Interviú o Maxime.
Acá, todo cambia: la versión vernácula de la del conejito muestra espaldas y algo más, igual que Gabo y, por supuesto, Hombre, que hasta le dedica el año.
Carne argentina. Basta una vuelta por la Web para comprobar los comentarios de interés sobre las pompis de Jessica Cirio, Nazarena Vélez, Evangelina Anderson, Eliana Guercio, Ximena Capristo, Carolina Molinari y Victoria Vanucci, entre otras. “La tapa que más vendió fue la de Wanda Nara, pero por el personaje. La de Rocío Guirao Díaz es la que más pide el lector que se repita. Igual, dos años atrás, todas estas chicas tenían la misma cola, pero no había tanta fijación con el tema. No sé por qué, ahora todos quieren verlas, una y otra vez”.
La cosa mutó, claramente, estas últimas dos temporadas, pero la fascinación por las nalgas locales existió siempre.
¿Quién no se acuerda de Adriana Brodsky mostrándole la retaguardia al “maestro” sin suspirar por la Bebota? ¿Y aquella publicidad ochentosa en la que un hombre le miraba la cola a una pulposa clienta en un almacén y exclamaba: “Pamela... ¡Qué pan dulce!”?
El calce profundo de Patricia Sarán, la famosa tanga de Noemí Alan en el programa de Porcel, el boom del cola less...
Esta es la cultura de la culocracia”.El fin de la espalda es una zona erótica. Desde lo sexual, sensual y estético, cada uno pone su libido donde quiere, o puede, y para eso no existe una explicación certera. Es simplemente eso. Por qué los hombres locales miran retaguardias es la gran incógnita a develar. Simplificando, se podría decir que la cola es como el mate: a los argentinos les encanta y no se sabe bien.